Freud, S.
(2012; 1916[1925]). 4a Conferencia. Los actos fallidos (conclusión). En S.
Freud, Obras completas. Conferencias de introducción al psicoanálisis ( partes
I y II) Vol. 15 (págs. 53-71). Buenos Aires: Amorrortu.
Puedo darme
cuenta de lo que los asusta. Mi interpretación incluye el supuesto de que en el
hablante puede exteriorizarse intenciones de las que él mismo nada sabe, pero
que yo puedo discernir por indicios.
Que las
operaciones fallidas tienen un sentido es algo que, como resultado de nuestros
anteriores empeños, tenemos derecho a admitir y a tomar como base de nuestras
indagaciones ulteriores.
En el
trastrabarse, en el desliz en la escritura, etc., pueden darse casos de base
puramente fisiológica.
El fenómeno
posee un sentido. Por “sentido” entendemos significado, propósito, tendencia y
ubicación dentro de una serie de nexos psíquicos.
Existen una
cantidad de otros fenómenos. [ACCIONES CAUSALES] [ACCIONES SINTÓMATICAS].Se
distinguen de las acciones fallidas porque no hay otra intención con la que
choquen y que sea perturbada por ellos.
Afirmo que
todos estos fenómenos poseen sentido y son interpretables de la misma manera
que las acciones fallidas; son pequeños indicios de otros procesos psíquicos,
son actos psíquicos de pleno derecho.
Hemos dicho
que son resultado de la interferencia de dos intenciones diversas, de las que
una puede llamarse perturbada, y la otra perturbadora.
La inteanción perturbadora en el trastrabarse puede
mantener su vínculo de contenido con la perturbada, y entonces incluye su
contradicción a ella, su rectificación o su complemento. O bien, y es el caso
más oscuro y el más interesante, la intención perturbadora nafa tiene que ver
en su contenido con la perturbada.
En todos estos casos, pues, el trastrabarse proviene
del contenido de la intención perturbada misma o se anuda a ella.
El otro modo de vínculo entre las dos intenciones que
se interfieren opera de manera sorprendente. Si la intención perturbadora nada
tiene que ver on el contenido de la
perturbada, ¿de dónde viene entonces y a qué se debe que se haga notable como
perturbación precisamente en ese punto?
Pero no está dado en el contenido sino
artificiosamente, y amendo se establece por vías de conexión muy forzadas.
1)
Los
casos en que la tendencia perturbadora le es notoria al hablante , y además la
notó antes de trastrabarse.
2)
Lo
constituyen otros casos en que la tendencia perturbadora es de igual modo
reconocida por el hablante como suya, pero no sabe que estuvo activa en él
justamente antes del desliz.
3)
El
hablante desautoriza enérgicamente la interpretación de la intención
perturbadora; no sólo impugna que se hubiera despertado en él antes del
trastrabarse, sino que pretende aseverar que le es absolutamente extraña.
Puedo darme
cuenta de lo que los asusta. Mi interpretación incluye el supuesto de que en el
hablante puede exteriorizarse intenciones de las que él mismo nada sabe, pero
que yo puedo discernir por indicios. Tendrán que decidirse por adoptar ese
extraño supuesto que hemos mencionado.
El hablante
se ha decidido a no trasponerla en un dicho, y entonces le ocurre el desliz vale
decir, la tendencia refrenada se traspone contra su voluntad en una
exteriorización, ya sea alterando la expresión de la intención que él había
admitido, entreverándose con ella o bien directamente sustituyéndola. En esto
consiste, pues , el mecanismo de trastrabarse.
Me basta
suponer que estos tres grupos se diferencian or el alcance mayor o menor en que
fue refrenada la intención.
La sofocación
(Unterdrückung) del propósito ya presente de decir algo es la condición
indispensable para que se produzca un desliz en el habla.
Ella misma tiene que haber sido
perturbada antes que pueda devenir perturbadora.
Pero las
operaciones fallidas son resultado de compromisos, conllevan un éxito a medias
y un fracaso a medias respecto de cada uno de los propósitos; la intención
amenaza no se sofoca del todo ni (prescindiendo de casos singulares) se impone
incólume.
¡Y algo más
todavía! También el trabajar con pequeños indicios, tal como de continuo lo
hacemos en este ámbito, conlleva sus peligros. Existe una enfermedad mental, la
paranoia combinatoria, en la cual el aprovechamiento de estos pequeños indicios
se practica sin restricción alguna, y desde luego no he de sostener que las
conclusiones edificadas sobre esa base son invariablemente correctas. De tales
peligros sólo pueden precavernos la extensa base de nuestras observaciones, la
repetición de impresiones semejantes tomadas de los más diversos ámbitos de la
vida anímica.
No queremos
meramente describir y clasificar los fenómenos, sino concebirlos como indicios
de un juego de fuerzas que ocurre dentro del alma, como exteriorización de
tendencias que aspiran a alcanzar una meta y que trabajan conjugadas o
enfrentadas. Nos esforzamos por alcanzar una concepción dinámica de los
fenómenos anímicos. Para el psicoanálisis, los fenómenos percibidos tienen que
ceder el paso a tendencias sólo supuestas.
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