Freud, S.
(2012; 1916[1925]). 3a Conferencia. Los actos fallidos (continuación). En S.
Freud, Obras completas. Conferencias de introducción al psicoanálisis (
partes I y II) Vol. 15 (págs. 36-52). Buenos Aires: Amorrortu.
Es que abrigan en su interior la
ilusión de una libertad psíquica y no quieren renunciar a ella
En la
conferencia anterior se nos ocurrió que la operación fallida no había de
considerarse en relación con la operación intentada que la perturbó, sino en sí
y por sí.
Pongamos de
acuerdo otra vez sobre lo que entendemos por “sentido” de un proceso psíquico.
No es otra cosa que l propósito a que sirve, y su ubicación dentro de una serie
psíquica.
Conocemos muchos hombres con esta tendencia a
desfigurar intencionadamente palabras inocentes haciéndolas obscenas a fin de
obtener una cierta ganancia de placer; se las tiene por chistosas, y en
realidad, cuando las oímos de alguie, tenemos que averiguar primero si las dijo
intencionadamente como chiste o se le deslizaron como percance.
¿Qué clase de propósitos o tendencias
son los que de ese modo pueden perturbar a los otros propósitos o tendencias, y
qué relaciones existen entre las tendencias perturbadoras y las perturbadas?
Pero es imposible
demostrar que son ese mecanismo puede producirse el desliz. Tal vez pueda; para
nosotros es teóricamente indiferente, pues las claves que queremos deducir para
la introducción al psicoanálisis quedan en pie con sólo una minoría de casos-
lo cual por cierto no es así- de deslices responda a nuestra concepción.
Supongan
ustedes que una noche oscura yo caminaba por un lugar solitario y fui asaltado
por un ladrón que me arrebató reloj y cartera, y entonces, no habiendo visto
con claridad el rostro del ladrón, presenté mi queja en la comisaría más
próxima con estas palabras: “ La soledad y la oscuridad me acaban de robar mis
objetos de valor”. El comisario puede decirme sobre esto: “usted parece rendir
tributo, equivocadamente, a una concepción demasiado mecanicista. Diga mejor:”
amparado por la oscuridad, favorecido por la soledad un ladrón desconocido le
arrebató sus objetos de valor”
Y no
obstante, en los dos casos fue necesaria una cierta intervención para
resolverlos. Fue preciso preguntar al hablante por qué se había equivocado así,
qué atinaba él a decir sobre su desliz. De lo contrario, quizás habría seguido
de largo después de trastrabarse, sin querer esclarecerlo. Preguntando, empero,
dio la explicación con la primera ocurrencia [Einfall] que le vino. Y ahora vean ustedes: esa pequeña
intervención y su éxito, eso es ya un psicoanálisis y el paradigma de toda
indagación psicoanalítica que habremos de emprender en lo que sigue.
Es que abrigan en su interior la
ilusión de una libertad psíquica y no quieren renunciar a ella. Lamento encontrarme
en este punto en la más tajante oposición con ustedes.
Deben concederme
que el sentido de una operación fallida no deja lugar a dudas cuando es el
mismo analizado quien lo confiesa. Y a cambio de ello yo les admitiré que no
puede obtenerse una prueba directa del sentido conjeturado cuando aquel rehúsa
comunicarlo, y desde luego tampoco cuando no está a mano para darnos ese
informe.
Sería un
error creer que una ciencia consta íntegramente de doctrinas aprobadas con
rigor, y sería injusto exigirlo. Una exigencia así sólo puede plantearla
alguien ansioso de autoridad, alguien que necesite sustituir su catecismo
religioso por otro, aunque sea científico.
¿De dónde tomamos los puntos de apoyo
para nuestra interpretaciones, los indicios para nuestra prueba cuando lo dicho
por el analizado no esclarece por sí el sentido de la operación fallida? De diversas partes. Además de la situación psíquica en que
acontece la operación fallida, de nuestro
conocimiento sobre el carácter de la persona que la comete y de las
impresiones que la han afectado antes, y frente a las cuales posiblemente
reacciona de ese modo. Como regla, la interpretación de la operación se realiza
siguiendo ciertos principios generales; primero no es sino una conjetura, un
esbozo de interpretación, y después el estudio de la situación psíquica nos
permite corroborarla. Y a un muchas veces debemos esperar
acontecimientos venideros, que se anunciaron, por así decir, a través de la
operación fallida, para confirmar nuestra conjetura.
El olvido de
designios puede reproducirse en general a una corriente opositora que no quiere
ejecutar el designio.
Quiza se les
haya ocurrido a ustedes que en estos ejemplos las acciones fallidas hacen las
veces de augurios o presagios de los antiguos. Y en verdad, una parte de los
augurios no eran otra cosa que las operaciones fallidas, por ejemplo, cuando
alguien tropezaba o caía
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